dilluns, 28 de febrer del 2011

Creativitat i educació

Na Catilena ha enviat aquest missatge.Era el seu comentari al vídeo del mateix títol penjat fa uns dies.Però he pensat que seria millor posar-lo com a entrada i no com a comentari perquè hi ha més possibilitats que hi hagi més gent que el llegeixi.
Gràcies Catilena.

Bon dia! Sé que faig un poc tard perquè aquesta entrada és de principi de gener, però ara trescant he trobat un conte que hi diu molt amb aquest vídeo (tot i que no l'he vist sencer, perquè com diu n'Antònia és una mica llarg).
Vos ho escric aquí, esper que vos agradi i mos faci pensar un poquet a tots!! Jo crec que la lliçó d'aquest conte tots la tenim ben interioritzada, però...que no se'ns oblidi ;)

Cuentan que una vez un niño pequeño fue a la escuela. El era muy pequeñito y la escuela muy grande. Una mañana, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. ¡Qué bien!, pensó el niño. A él le gustaba mucho dibujar y podría hacer muchas cosas: leones y tigres, gallinas y vacas, trenes y barcos. Sacó su caja de lápices y comenzó a dibujar. Pero la maestra dijo: ¡Esperad!, no empecéis todavía; y esperó hasta que todos estuvieron preparados.

Ahora, dijo la maestra, vamos a dibujar flores. ¡Qué bien!, pensó el pequeño niño, me gusta dibujar flores. Y empezó a dibujar unas flores preciosas con sus lápices de colores. Pero la maestra dijo: ¡Esperad! Yo os enseñaré cómo, y dibujó una flor roja con un tallo verde. Aquí está, dijo la maestra, ahora podéis comenzar.
El pequeño miró la flor de la maestra y después la suya. A él le gustaba más su flor que la de la maestra, pero no lo dijo. Solamente tiró su papel y dibujó una flor roja con un tallo verde igual a la de su maestra.

Otro día, cuando el pequeño niño entraba en su clase, la maestra dijo: Hoy vamos a hacer algo con barro. ¡Qué bien!, pensó el niño, me gusta mucho el barro. Él podía hacer toda clase de cosas con barro: serpientes y elefantes, ratones y muñecos, camiones y coches. Y comenzó a estirar su bola de barro.

Pero la maestra dijo: ¡Esperad!, no empecéis todavía. Y esperó hasta que todos estuvieron preparados. ¡Ahora!, dijo la maestra; vamos a hacer un plato. ¡Qué bien! Se dijo el pequeño niño. A mí me gusta mucho hacer platos. Y comenzó a construir platos de distintas formas y tamaños.

Pero la maestra dijo: ¡Esperad! Yo os enseñaré cómo. Y ella les enseñó cómo hacer un plato bien hondo. ¡Aquí tenéis!, dijo la maestra. Ahora ya podéis empezar.

El pequeño niño miró el plato de la maestra y después el suyo. A él le gustaba más su plato que el de la maestra, pero, como la vez anterior, no lo dijo. Convirtió su plato de nuevo en una bola de barro y comenzó a hacer uno hondo como el de la maestra. Muy pronto el niño aprendió a esperar y mirar y a hacer cosas iguales a las de la maestra. Finalmente dejó de hacer cosas que surgían de sus propias ideas.

Entonces ocurrió que el pequeño niño y su familia se mudaron a otra casa, en otra ciudad, y el niño comenzó a ir a su nueva escuela. Esta escuela era más grande que la otra, tenía que subir grandes escaleras y caminar por un largo pasillo para llegar a su aula.

En su primer día de clase, allí estaba él cuando la maestra dijo: Hoy vamos a hacer un dibujo. ¡Qué bien!, pensó el pequeño niño, y esperó que la maestra le dijera qué hacer, pero la maestra no dijo nada, solo caminaba dentro de la clase. Cuando llegó donde él estaba, le preguntó:

- ¿No quieres empezar tu dibujo?
- Sí, dijo el pequeño. ¿Qué es lo que vamos a hacer?
- Yo no lo sabré hasta que tú lo hagas, dijo la maestra.
- ¿Y cómo lo hago?, preguntó el niño.
- Como tú quieras, contestó la maestra. Si todos hacemos el mismo dibujo y usamos los mismos colores, ¿cómo voy a saber cuál es de cada quién?
- No lo sé, dijo el pequeño niño, y comenzó a dibujar una flor roja con el tallo verde.

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